Aproximadamente el 68% de las personas infectadas por el VIH en todo el mundo viven en países del África subsahariana, donde el virus afecta a las mujeres en cantidades desproporcionadas. La violencia de género se ha identificado como una importante causa de las infecciones por VIH/SIDA entre las mujeres de la región, y cada vez con mayor frecuencia las organizaciones internacionales se centran en la eliminación de la violencia contra la mujer como un factor clave en la batalla contra la diseminación de la epidemia.1 Las estrategias de prevención deben abordar la desigualdad de poder entre el hombre y la mujer, y las normas y costumbres que sitúan a la mujer en una situación de mayor riesgo frente a la exposición al VIH.
En la última década, la mujer se ha convertido en la cara del VIH/SIDA en los países del África subsahariana ya que el 61% de la población que vive con el virus en esta región es femenino. Los índices más elevados de personas infectadas por el VIH/SIDA entre mujeres de 15-49 años de edad corresponden al sur de África, en particular en Botswana, Lesoto, Suazilandia y Sudáfrica. La Figura 1 muestra las diferencias en los índices de prevalencia del VIH entre hombres y mujeres en estos países, con la mujer demostrando sistemáticamente mayor proporción que el hombre. La brecha de género es aún más importante entre los grupo más jóvenes: En Sudáfrica, la prevalencia de VIH entre mujeres jóvenes de 20 a 24 años de edad es aproximadamente tres veces mayor (21% frente a 7%) que entre los hombres de la misma edad. En Lesoto, aproximadamente el 8% de las jóvenes de entre 15 y 19 años de edad están infectadas por el VIH en tanto el índice de prevalencia es del 3% en los hombres del mismo grupo etario.2 Estas cifras indican que existen ciertos factores que provocan el aumento de la exposición de la mujer al virus.
La violencia aumenta la exposición de la mujer al VIH/SIDA
Según la ONUSIDA (UNAIDS), las mujeres que han experimentado situaciones de violencia tienen hasta tres veces más posibilidades de contagiarse el VIH que las que no.3 Las estadísticas recopiladas por Naciones Unidas demuestran que las mujeres jóvenes en África tienen más probabilidades de sufrir violencia física o sexual que las mujeres de más edad, por lo general de parte de una pareja íntima. Si bien la exposición de la mujer a la violencia varía de una región a otra, las estadísticas muestran sistemáticamente un incremento entre las edades de 20 a 30, y después empieza un descenso. La prevalencia del VIH también tiende a alcanzar un pico alrededor de la edad de 25 años de la mujer. Por otro lado, el pico de la prevalencia del VIH entre los hombres se presenta de cinco a diez años después y en niveles generales más bajos.
Factores sociales y culturales que dificultan el cambio
La aceptación por parte de la comunidad de normas de conducta masculina y del uso del poder del hombre sobre la mujer promueve la inequidad de género, que puede llevar a la violencia. Varias formas de dominación masculina, apoyadas por la gran mayoría de los hombres, también tienen amplia aceptación entre las mujeres. Por ejemplo, el estudio sobre VIH y violencia sexual realizado en Sudáfrica determinó que, entre las personas de 15 y 19 años de edad, el 28% de los hombres y el 27% de las mujeres consideraban que una joven no tiene derecho a rechazar las relaciones sexuales con su novio. Y el 55% de los hombres y el 54% de las mujeres pensaban que "la violencia sexual no incluye las relaciones sexuales forzadas con alguien conocido."8 Además, el 15% de las mujeres de 15 a 19 años de edad y el 12% de los hombres del estudio informaron haber sido forzados a tener relaciones sexuales durante el año anterior a la encuesta.
Además, la inequidad en la relación de poder se ve distorsionada aún más por la gran diferencia de edades en las relaciones. Es frecuente entre las mujeres que viven en países de África del Sur casarse a temprana edad o tener parejas íntimas de mayor edad y con más experiencia sexual. Los hombres de mayor edad tienen más probabilidades de haber estado expuestos al VIH/SIDA y tienen más probabilidades de contagiar a la pareja femenina más joven, especialmente si la mujer siente que no puede negociar el mantener relaciones sexuales seguras debido a la diferencia de poder en la relación. Un estudio realizado en Zambia determinó que sólo el 11% de las mujeres casadas consideraba que tenía derecho de pedirle al marido que usara condón aún cuando supiera que el hombre estaba contagiado por el VIH. Menos del 25% consideraba que tenía derecho a negarse a tener sexo con él.9 En Lesoto, aproximadamente el 37% de las mujeres casadas consideraba que el hombre tenía derecho a golpear a la esposa si ésta discutía con él. El 23% consideraba que los golpes se justificaban si la esposa se negaba a tener relaciones sexuales con el marido.1
Es necesario un cambio a largo plazo
Abordar el tema de la violencia contra las mujeres y niñas en la lucha contra el VIH/SIDA es particularmente difícil ya que la mayoría de las estrategias de intervención se centran en las formas más tradicionales de contener la epidemia, tales como el uso de condones, las drogas antirretrovirales y el tratamiento de las enfermedades de transmisión sexual.11 Sin embargo, los programas de prevención a largo plazo necesitan atender los problemas sociales de fondo además de cambiar las políticas públicas. El programa de capacitación Stepping Stones se ha descrito como ejemplo de un paquete de "habilidades para la vida" altamente exitoso que aborda los problemas relacionados con el género, el VIH, la comunicación y las relaciones en una comunidad.12 Ofrece un modelo de "cambio duradero y mensurable en conductas y actitudes relacionadas con el género."13 El programa convoca a hombres y mujeres a debatir y analizar la forma en que determinados factores de su propia comunidad los vuelve vulnerables al VIH. En grupos, a menudo organizados por género y edades, conversan sobre los problemas que enfrentan y desarrollan estrategias para superarlos. Después, los grupos se reúnen y presentan los cambios que desearían ver concretados. El potencial para el cambio a largo plazo reside en el diálogo entre las diferentes generaciones, que puede poner al descubierto y plantear un desafío para determinadas normas sociales negativa
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